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domingo, 1 de diciembre de 2013
¡GANADOR DEL CONCURSO!
Pasaros por aquí para mirar todos los puestos un graan saludo! http://nennaunocuatro.blogspot.com.es/2013/11/ganadores-del-concurso.html
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Texto doce. Tu forma de tocar las nubes.
Alzo la mano para sumergirme
en ese espesor blanco que hay sobre el fondo azul. Formas, recuerdos y más
cosas son las que puede contener un simple color blanco. Mi imaginación vuela y
dibujo en el cielo. Mi pincel, mi mente; mi lienzo, el cielo y mi pintura, el
color blanco.
Me imagino cómo sería andar
y saltar por las nubes. A veces desearía ser Peter Pan, para jugar entre las
nubes y divisar el horizonte. Flotar sobre bosques, mares, ciudades, desiertos…
Observar el alrededor y captar el amanecer de una manera especial. Mientras
tanto, me conformó con estar donde estoy, y poder ver cada mañana y noche estas
extrañas nubes que pueden ser significados diferentes.
A veces son más y a veces
son menos, hacen el bien o hacen el mal. Pero siempre serán recuerdos,
animales, personas… que permanecen en el cielo. Nunca unas simples formas.
Cada uno tenemos nuestra
forma de interpretar las cosas y solo tú, decides cual es tú forma de tocar las
nubes.
Texto once. Tu forma de tocar las nubes.
Me cierro en banda: ‹‹No,
no, nunca más››, me digo. ‹‹Te dejará de importar. El aprecio que sientes tarde
o temprano se irá››, insisto. Y entonces, ¿qué sucede?
Aparece,
maldita sea. Frente al crepúsculo su sombra me estremece.
De
nuevo su escéptica sonrisa saluda a la mía, que al instante reluce orgullosa.
Le quita el polvo a los labios tristes y los hace parecer nuevos, lozanos y
preciosos. Después se aproxima. ‹‹¡Te aproximas!››
‹‹Shhh››,
advierto a mi cerebro: ‹‹No inventes. ¡No delires!›› Pero es tarde, se puso en
marcha hace ya una vida.
Tus
ojos me hacen daño, no me cuesta admitirlo. ¿Qué ocultas? Nunca te atreves a
decirlo.
El
tacto me lleva al destierro. Fuera de mí. Es tu terreno, el de arriba, el del
cielo…
Quiero
odiarte, pero lo cierto es que no puedo.
Quiero
tenerte, y tampoco lo veo.
Te
quiero a distancia, y entonces corres a mi lado. ‹‹¡Ven aquí!››, pero ni de
lejos nos encontramos. ¿Buscamos lo mismo o sólo somos dos simples retazos, de
unas almas perdidas, desoladas y confundidas?
Pretendo
olvidarte, porque haces daño sin saberlo (al menos feliz eres siendo necio…).
No te culpo a ti... Culpo a tus malditos ojos claros de espíritu libertino, a
tu boca provocadora de delirios con la que enamoras sin pensar, a tus malditas
manos que actúan sin miramientos, y a tu forma de actuar:
Si
me descuido, en un instante ya no piso el suelo; estoy arriba, en el cielo. Tú
eres el culpable de mi destierro, taimado aventurero. También de mis locuras, y
por supuesto, de mis miedos. Tú y tu nociva forma de moldear el tiempo, de
alargar el brazo, extender los dedos y acariciar mi pelo. Lo mismo haces para
convertir en propio mi firmamento, lo haces tuyo con un solo gesto. ¿Por qué me
dejas sola, sin nada en mi aislamiento?
Te
odio a ti por completo, mezquino marrullero de palabras dulces y difícil juego.
Tú amas cuando el celaje nos observa a solas, bajo el fulgor del cielo. Por eso
te odio a ti, adulón inmodesto… Injusto elector, vil traicionero.
Me
alzas despacio sin dejar que me percate. En silencio te apropias de mi alma y
¿cómo no?, robas mis desvelos. Tuyas son mis tardes de lluvia, mis días brunos,
mis sueños perfectos. También el trozo infinito de cielo que acuna nuestros
tropiezos.
Por
mucho que me proteja, se hunden mis barreras, como se hunde mi corazón endeble
al verte rozar las nubes o jugar con las
estrellas…
¿Cómo
llegas tan alto? ¿A qué juegas?
Me
fastidia tu poder discreto de hacerme dar vueltas, de volver real lo imposible,
de fundir la plata con las estrellas. De llevarme alto al cielo, a contemplar
tu odiosa forma de tocar las nubes…Y urdir un nuevo plan eterno en secreto,
para dejarme atrapada, en tu fortaleza de atracción y nubes.
Texto diez. Tu forma de tocar las nubes.
La vio
sentada en mitad del campo de doradas espigas.
Una
mancha negra en medio de un mar de oro.
Supo que
lloraba, aunque estaba lejos y de espaldas. Por sus hombros hundidos y algo
temblorosos supo que lloraba. Y era normal, acababa de perder a alguien a quien
quería.
Él sabía
muy bien lo que se sentía, le había tocado despedirse también de personas
amadas.
La observó
durante un largo minuto mientras el Sol, alto y orgulloso entre nubes
algodonosas, comenzaba a descender en dirección al lejano horizonte delimitado
por las montañas.
Si
esperaba mucho más, sería tarde para decirle lo que quería decirle, de modo que
se adelantó y caminó hacia ella, haciendo más ruido del necesario para que
supiera que estaba ahí.
La vio
enjugarse las lágrimas justo antes de sentarse a su lado, entre las altas
espigas.
"Sé
que ahora mismo estás perdida, que no sabes cómo sentirte. Enfadada, triste,
sola... Es normal" le dijo "También sé que nada de lo que pueda
decirte ahora mismo va a calmar el dolor que sientes, y que ahora no podrías
creerme aunque te prometiera que se te pasará... Pero sí, es así. Algún día el
dolor ya no será más que un eco en tu pecho, una lágrima furtiva cuando te
asalten los recuerdos o un suspiro más largo de lo normal cuando pienses en
ella."
"Parece
imposible" susurró, con la voz rota y la mirada fija en las manos sobre su
regazo.
"Lo
sé..." Él cogió una de esas manos y la acarició con dulzura.
"¿Por
qué ha tenido que morir?" Y esa era una pregunta que ni el más sabio de
los sabios podría responder jamás, la pregunta que la humanidad se formulaba
desde el inicio de los tiempos.
"¿Qué
valor tendría la vida si no tuviese un fin?" le respondió con una pregunta
que, en algún tiempo, a él le había consolado vagamente.
"No
era su fin, no todavía. Era joven, era fuerte... No es justo"
Permaneció
en silencio porque no había nada que él pudiese decir. Ella estaba llena de
rabia, llena de indignación... Y era normal. Es normal estar furiosa al perder
a una madre.
"¿Crees
que existe aún, que está en alguna parte?" Le preguntó ella, poco después.
"Lo
que yo crea no importa ahora, lo que importa es lo que creas tú" repuso, y
estaba tan seguro de eso como de su amor por la triste chica que lloraba
sentada a su lado entre las espigas. "¿Dónde te gustaría que estuviera tu
madre ahora?"
Por fin
ella levantó la mirada y la fijó en lo alto, en un cielo que poco a poco se iba
tiñendo de tonos anaranjados, rosados y violáceos.
"En
las nubes" contestó, después alzó una mano y la estiró hasta que no pudo
más. "Me gustaría poder tocarlas. Pero no es posible, nunca podré
alcanzarlas."
"No
estés tan segura" replicó él. "Todo es posible si te lo
propones"
La tomó
firmemente de la mano y la guió hasta el arroyo que discurría en paralelo al
camino, bordeando los extensos campos de trigo. Se agacharon sobre la lisa
superficie del agua, y ahí estaban las nubes, al alcance de su mano.
"Aquí
tienes, tu forma de tocar las nubes" dijo él, y la chica sonrió por fin
mientras acariciaba el agua con los ojos cerrados.
"Gracias"
murmuró, y sus ojos verdes y brillantes por las lágrimas se posaron en los de
él.
"Te
quiero" declaró "Siempre te he querido"
"Yo
también te quiero"
Texto nueve. Tu forma de tocar las nubes.
Quisiera haber podido rozar las nubes al dejar mi pelo suelto flotar
en el cálido abrazo del viento estío. Pero el cielo está más lejos que la palma
de mi mano, sueño que si salgo a la calle desnudo las nubes cubrirían mi cuerpo
tatuado, la conciencia me tiene ausente la cabeza de deseos, como un
ennegrecido minero cabo hacia abajo, esperando tocar la luna boca abajo en el
tiempo.
Hay cosas más principales. Me amargo clavando el roce de las nubes y
me nublo yo solo la vista cuando me dicen que me baje de mi pedestal.
Es que no ven cuando observo cambiar al cielo como gotas de blanca pintura en corrientes que construyo soplando en la bañera, que veo más allá de cualquier sueño de volver a verlas. Que me subo con su recuerdo cada vez más alto para observar a la luna en mi costado, así siento que puedo alcanzarla y sueño como un crío que duerme bajo mis sábanas polares.
Es que no ven cuando observo cambiar al cielo como gotas de blanca pintura en corrientes que construyo soplando en la bañera, que veo más allá de cualquier sueño de volver a verlas. Que me subo con su recuerdo cada vez más alto para observar a la luna en mi costado, así siento que puedo alcanzarla y sueño como un crío que duerme bajo mis sábanas polares.
Abarca mis cinco sentidos el sentido del norte que interpone el
horizonte entre las nubes que deseo tocar y la punta de mis dedos, un camino
sin final, una angustia puesta en replay recorre
mi alma, y me dicen algunas golondrinas que deje mi vista en standby y olvide el color de las nubes.
Que tal vez solo son algodón que los bebés lanzan por la ventana.
Pero yo les insisto: Contadme que es lo que de ahí arriba asoma.
Lluvias me dicen que no hay nada más que lo que cae del olvido.
Di que no, di que no.
Que lo que flota sobre nuestras cabezas en forma de nube son sueños de
nuestras memorias, que flotan en bocadillos como en los comics, que puede que
la vida sea algo como esos, historietas enmarcadas por imaginaciones increíbles
y sueños blancos brillantes.
Texto ocho. Tu forma de tocar las nubes.
Una vez le preguntaron cuál era su sueño en la vida. En el momento no
supo responder, tenía muchas ilusiones, muchas cosas que hacer y no era capaz
de decidirse por una.
Siempre había sido una chica fuerte, deportista, sana y un poco
mandona. No le gustaba que le dijeran que era lo que tenía que hacer, le
gustaba marcar su camino. Creía en el amor más que nada en este mundo pero no
quería que le hicieran daño, confuso ¿no? Su vida era la típica de una
adolescente de diecisiete años, vivía estresada por las clases, quedaba los
viernes por la tarde…
Su vida cambió cuando uno de los viernes que volvía a casa escuchando
a su gran amor musical se paró para atarse los cordones, se agachó, y lo último
que recordaba de esa tarde fue un agudo pitido dentro de su oídos, destellos
blancos y palabras confusas que no llegaba a entender. No sabía dónde estaba y
tampoco por qué sentía ese gran agujero negro que tenía en su estómago. Tras
varios meses de pruebas, comidas rancias y olores sin profundidad el resultado
era desolador. No podría volver a valerse por sí misma, no podría sentarse con
las piernas cruzadas y no podría montar en bici, estaría postrada en una silla
de ruedas el resto de su vida.
Tras meses, y meses de música sin sentimientos, pestilleras puestas y
el aferro de sus padres para mantenerla con vida y no dejarla sola en el baño
de repente algo cambió en su interior. Siempre había sido como el viento, igual
de cambiante, pero esta vez hasta sus padres se sorprendieron. Ella nunca quiso
admitir la razón, pero venía dada por una melena castaña de ojos miel y sonrisa
imperfecta. No lo conocía, pero eso era lo que le gustaba, se sorprendía cada
día que hablaba con él, siempre quería más información y siempre había más que
sacar. Así pasaron tres meses, hablando en el instituto, por las tardes y
también por las noches. Un día él tuvo la idea de quedar, quería que se vieran
fuera de las rejas de esa pirámide social en la que estaba prohibido ir
contracorriente. Además, ella había mencionado que no solía salir mucho desde
que sus amigos la dejaron atrás por ser muy complicado cargar con una silla de
ruedas en fiestas. El decidió escoger un sitio especial, le gustaba el cielo, y
sabía que a ella también, por ello eligió un sitio desde el que se veían
aterrizar y despegar los aviones. Hicieron una especie de picnic y se pasaron
toda la tarde hablando, hablaron de todo, hizo que se fueran abriendo poco a
poco el uno al otro. La cosa cambió cuando él le preguntó cuál era su sueño.
Ella, esta vez sí que sabía que quería contestar, y con un susurro ahogado le
revelo que su sueño era poder volar, siempre había querido ser aviadora, estar
en el cielo y rozar las nubes, le conto que tenía la promesa con su padre de
que algún día se tirarían en paracaídas, eso fue antes del accidente, y antes
de que de repente les diera miedo todo.
Pasaron tras la cita dos semanas sin hablarse, el no respondía y ella,
ya acostumbrada a la espalda de la gente calló sus lamentos para dentro. Pero a
las dos semanas y un día de eso, todo cambió, el la sorprendió como
acostumbraba y la llevó a realizar su sueño, a tirarse en paracaídas, había
comprobado que era posible y que ella iba a hacerlo. Esto, fue una lección de
vida para todos, más allá del “persigue tus sueños” y “mantente fuerte”. Es una
lección para aprender a valorarnos a nosotros mismo, y a nuestro potencial. Y
aunque no se quedo con el chico, porque el cáncer se encargo de llevárselo,
aprendió que si se puede soñar se puede realizar, y ella lo consiguió,
consiguió su camino para poder así, tocar las nubes.
Texto siete. Tu forma de tocar las nubes.
Lo sé. Por una vez, siento
que esto es de verdad, que hago lo correcto. No tengo un antifaz, no hay engaño
ninguno.
Estoy aquí, sentada, y solo
puedo pensar en el día que te conocí. Estabas acostado mirando al cielo, y yo
lloraba, lloraba porque otra vez me habían roto el corazón. Te levantaste y
viniste hacia mí, recuerdo tus palabras como si me las acabaras de susurrar.
¿Te apetece venir a tocar las nubes?
En ese momento me pareció
una tontería, sin embargo, ahora no puedo pensar en otra cosa que no sea en ir
junto a ti a tocar las nubes. Pienso en las palabras que te dije ese día y sólo
me entran ganas de echarme a llorar. Pagué contigo todo lo que me habían hecho.
Te grité, y tú no dijiste nada, sólo me escuchaste y cuando acabé te fuiste sin
decir nada.
Desde ese día, voy
y me siento a mirar las nubes esperando a que vuelvas, ya han pasado dos meses
y todavía nada. Pero por fin el día llegó, allí estabas, como la primera vez
que te vi, tumbado mirando las nubes. Durante dos meses había estado soñando
con volver a verte, había planeado lo que decirte, pero al verte allí no me lo
creía, no me atrevía a caminar hacia ti.
Para mi sorpresa fuiste tú
el que viniste, me volviste a decir la misma frase ¿te apetece venir a tocar
las nubes? En ese momento me levanté, sonreí y dije que sí.
Nos acostamos los dos en el
césped y nos pusimos a mirar las nubes. Quería hablar, quería decir algo, pero
no sabía cómo podía decirlo, me sentía tan avergonzada, además no sabía si aún
me recordabas. No obstante, me armé de valor y hable.
- -Sabes, he venido
durante dos meses todas las tardes esperando volver a verte. Quería pedirte
disc…
En ese instante me miraste,
tenías los ojos llenos de lágrimas, me pusiste tu dedo sobre mis labios, y
dijiste:
- - Yo también he
venido todos los días. Necesitaba volver a verte.
- - Pero, ¿por qué?
Quiero decir, después de todo lo que te dije, ¿por qué querías volver a verme?
- -Quería verte
porque no imagino una vida sin ti.
- -Pero, tú (se
produjo un silencio). Te fuiste, no dijiste nada.
- -Quería darte
tiempo, necesitabas pensar, y creí que si era nuestro destino nos volveríamos a
encontrar.
- -¿Puedo
preguntarte una cosa?
- -Lo que quieras.
- - ¿Por qué tocar
las nubes? Quiero decir ¿será verlas? No entiendo.
En
ese momento me besó, y dijo: lo siento, pero es la única manera de enseñártelo.
Lo
entiendo, y me encanta tu forma de tocar las nubes.
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